lunes, 25 de febrero de 2008

la Fiebre amarilla

Vamos todos a leer esta noticia!!!!

El brote de fiebre amarilla que comenzó el mes último en Brasil y ahora pasó también a Paraguay es un ejemplo temible de cómo se propagan hoy las enfermedades infecciosas en todo el planeta.

En este caso particular, han contribuido a su avance dos fenómenos muy de esta época: los desmontes, porque debido a ellos las poblaciones de monos aulladores infectados con el virus de la fiebre amarilla migraron y se acercaron a zonas urbanas de Brasil, y el famoso calentamiento global que ayuda a la propagación de los mosquitos portadores del virus, con lo cual aumentan las probabilidades de que la enfermedad se difunda.

En la Argentina, la proximidad de un brote de fiebre amarilla despierta en nosotros no sólo temores, como es lógico, sino muy tristes recuerdos. Resulta imposible olvidar la famosa epidemia que asoló Buenos Aires en 1871 y que en seis meses causó la muerte de 14.000 personas sobre una población de alrededor de 200.000 habitantes. Justamente, en ese momento la ciudad avanzaba hacia una mayor urbanización y el hacinamiento de personas y la poca limpieza fueron, como recuerdan hoy los especialistas, la perfecta combinación para que el mosquito transmisor se reprodujera y contagiara la enfermedad a la población.

Conviene recordar que, el año último, asistíamos para esta misma época a la aparición de casos de dengue en el nordeste del país y en la provincia de Buenos Aires, un reflejo de lo que estaba sucediendo en Paraguay, donde se hallaba el foco principal. Ahora es el momento de la fiebre amarilla.

Sobre estos fenómenos había advertido meses atrás la Organización Mundial de la Salud (OMS): las enfermedades infecciosas están surgiendo más rápido en todo el planeta; se propagan con mayor velocidad (incide en ello, sobre todo, la propagación transfronteriza, porque las compañías aéreas transportan anualmente más de 2000 millones de pasajeros, lo cual dispara las oportunidades de los agentes infecciosos), y están volviéndose cada vez más difíciles de tratar porque también, por los malos tratamientos médicos y el abuso de los antibióticos, los enfermos presentan resistencia a los fármacos.

Si bien los expertos argentinos han advertido a la población que "no es necesario que todos corran a vacunarse" -porque no se ha registrado todavía un brote en el país y las vacunas que se suministran en los centros de atención tienen un stock limitado-, las autoridades sanitarias argentinas no deben dejar de estar alertas, al igual que el resto de la población. Por ello ha sido una medida acertada de la Presidenta pedir al gobernador de Misiones que, mientras se protege la frontera con el Paraguay para evitar el avance de la enfermedad sobre territorio nacional, se continúe con la vacunación no sólo a los misioneros, sino también a los ciudadanos paraguayos.

Como es en este país vecino donde la fiebre ha causado ya ocho muertes, tanto la Argentina como Brasil deben seguir mostrando su solidaridad proveyendo de dosis de vacunas para bloquear totalmente el rebrote de la enfermedad, que reapareció en el Paraguay después de 34 años. También la OMS había recordado en su momento a los países miembros que "la vulnerabilidad es universal", por lo cual la seguridad de la salud pública internacional es "tanto una aspiración colectiva como una responsabilidad mutua".

Como lo hemos reclamado otras veces desde estas columnas, si se tiene en cuenta que están por comenzar las clases en todo el país, los esfuerzos conjuntos de los ministerios de Salud y Educación deberían concentrarse en las escuelas para que la prevención se difunda desde ellas al resto de la sociedad. La experiencia demuestra que los alumnos, guiados por sus maestros, han sido siempre un factor fundamental en la adquisición de conductas correctas frente a situaciones sanitarias y sociales extremas. Estando la sociedad en su conjunto en posesión de un conocimiento cierto de estas enfermedades y de sus formas de propagación tanto más eficazmente se las podrá prevenir y tratar.

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